Los corredores sufrimos lesiones, esto es inevitable. Bajo mi punto de vista, lesionarse es lo más duro por lo que pasa un corredor. Siempre, caemos lesionados en una fecha concreta, pero sin embargo, no sabemos cuándo será la fecha final, cuando se acabará... Esta incertidumbre es peligrosa, es lo más duro por lo que puede pasar un corredor.
Tanto, como que se pueden producir los siguientes síntomas en el atleta lesionado:
- mal humor.
- pérdida de apetito.
- falta de motivación.
- peor sueño.
- ansiedad.
- etc.
En general, enfado y malestar. Pero calma, de todo se sale, ¡menos mal!
Pues bien, una vez conseguimos salir de la lesión, con los tratamientos adecuados, toca una fase bonita pero complicada a la vez, la readaptación y la reincorporación al esfuerzo. Es importante hacerlo bien, y siguiendo las siguientes directrices:
- re-entrada progresiva a la actividad.
- control del volumen, aumento progresivo del mismo.
- control de la intensidad, aumento progresivo de la misma.
- fortalecimiento en caso de que esté indicado.
- no confiarnos.
- no hacer el bruto.
- seguir tratando la lesión con aquello que ha ido bien (fisio, médico...).
- cabeza y sangre fría.
Este último punto resume lo que tenemos que hacer, es mejor ser conservadores que lanzarnos a la aventura y volver a recaer. Las recaídas es lo peor que puede ocurrir, y tenemos que poner todos los medios para que esto no ocurra.
Es fundamental estar asesorado por un profesional en la materia, alguien que guíe nuestros pasos y nos indique qué tenemos que hacer en cada momento. La figura externa calmará nuestras ganas, pondrá la cabeza, porque los corredores ponen el corazón.
Keep calm!
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